miércoles, 1 de junio de 2011

RemenMan

Esta es la crónica que Remen nos ha cedido para tod@s los TriNonautas, sobre su primer IronMan. Esperamos que la disfrutéis...

REMENMAN

Hace meses que pensé en la idea de hacer una crónica al terminar mi primer IRONMAN, y, ahora que tengo a la pequeña Naia durmiendo, a mi mujer Oihana entrenando y me siento un pelín inspirado para escribir éstas líneas, me voy a lanzar a ello. Espero no extenderme demasiado y no aburrir al personal.

El inicio.
Todo comenzó hace cuatro años, cuando Oihana y yo dejamos el futbol y no sabíamos muy bien qué deporte practicar.

Entonces, mi querido cuñado Alber, que ya estaba metido en éste mundillo del Triatlón, nos comentó (o insistió) para que probásemos un Duatlón popular que se iba a realizar con bicis de monte en el pueblo. Nos animamos a probarlo, porque siempre nos ha gustado el deporte, y nos gustó.

Nos apuntamos al Mugarra Triatloi Taldea, nos compramos las bicis de carretera, llegaron las primeras carreras, empezamos a oír hablar de IRONMAN, a ver los primeros vídeos (uno de ellos de un padre que hace un IRONMAN con su hijo tetrapléjico, impresionante)… y me dije: “ahora mismo firmaría yo hacer un IRONMAN en 5 años”.

La preparación.
Al tercer año de empezar en el Triatlón me dije: “el año que viene voy ha hacer un IRONMAN. ¿Cuál? Pues Lanzarote, para ir con la family y no tener problemas con el idioma.” Antes de inscribirme hablé con Oihana y le recalqué que si me apuntaba al IRONMAN tendría que entrenar mucho y necesitaba que ella cargase más con Naia. Ella me dijo una y otra vez que no habría problema, lo cual se lo agradezco mucho. ESKERRIK ASKO!!!
Ése tercer año me planteé el calendario pensando en el IRONMAN de Lanzarote que haría al año siguiente y éstas fueron algunas de las carreras que realicé: Travesía a nado Getaria-Zarautz (2.800 m.), Marcha Cicloturista Miguel Indurain (186 km.), Maratón nocturno de Bilbao (42 km.) y dos Triatlones de Larga Distancia, como son, Buelna y San Juan de Luz. Al término de éstas carreras me dije: “Bueno, pues el siguiente paso es el IRONMAN. ¡A por él!.”
En diciembre empecé a preparar el IRONMAN, siguiendo las pautas de un libro de Triatlón que me dejó Alber y de otro con planes de preparación para Maratón que me dejó Xabi Miota. Hice un plan amoldado a mis capacidades físicas (sobre todo la natación) y me apunté a un cursillo de natación que daba Roberto Corujo (triatleta del equipo) porque tenía auténtica necesidad de mejorar sobre todo la técnica. Llevé los entrenamientos con mucha constancia, descansando un día a la semana y entrenando siempre con cabeza, descansando cuando el cuerpo lo requería y forzando cuando había que hacerlo. También tengo que decir que tuve momentos anímicos muy malos entre las semanas 20 a 23 más o menos, en los que no me apetecía nada entrenar, y, cuando lo hacía, lo hacía sin ganas, completamente desmotivado. Afortunadamente me recuperé y seguí entrenando con ganas.
Al final de la preparación, después de 5 meses y medio, acabé contentísimo con los entrenos y las sensaciones que tenía de las carreras de preparación. Había entrenado bien. Tenía la completa seguridad de haber hecho un buen entrenamiento. Estaba preparado para hacer el IRONMAN. No sólo hacerlo, sino disfrutarlo, que es de lo que realmente se trata, de acabarlo y decir: “¡Joder! ¡Qué guapo!”. No tenía como objetivo el hacerlo en 10, 12 o 14 horas. Mis objetivos, y por éste orden de prioridad eran: primero DISFRUTARLO y, segundo, bajar el Maratón de las 4 horas. Un par de semanas antes del IRONMAN, mi cuñado Alber, Finisher de dos IRONMAN, me comentaba que las dos semanas anteriores al IRONMAN solían aparecer las dudas de si había entrenado bien, si tenía que haber hecho más de esto o de lo otro… Yo no tenía ninguna duda. Los deberes estaban bien hechos. Ahora tenía que descansar un poco. Llegar fresco al IRONMAN. Y a gozar…

En Lanzarote.
Llegamos a Lanzarote en la tarde-noche del martes. Al día siguiente ya se respiraba ambiente IRONMAN: gente nadando, en bici y corriendo, gradas en el paseo de Puerto del Carmen, boyas en el mar… El miércoles dí una vuelta al circuito de natación (1.900 m.), 1 hora de bicicleta y 50 minutos de carrera continua, para ver las sensaciones y empezar a catar ése famoso viento de Lanzarote… El jueves descanso, que aprovechamos para recoger los dorsales y hacer un poquito de turismo. El viernes por la mañana otro poquito de natación, bici y carrera a pie, 15 minutos en cada disciplina, para comprobar la bici y soltar los músculos. Por la tarde preparar las bolsas para las transiciones y meterlas junto a la bici en boxes. Sobre las 19:30 a cenar, después un par de cañas para dormir bien y a la cama.

Día IRONMAN.
El despertador sonó a las 4:30. Oihana se levantó conmigo para ayudarme a preparar los bocadillitos que me comería durante la carrera, porque en carrera llega un momento en el que ya no te entran más barritas ni geles, y conviene variar la alimentación. Me preparó una tortilla de jamón. Yo me puse croasants con jamón York y queso y con nocilla.
Desayuné y a las 5:30, quedé con Manu para ir a boxes y hacer las últimas comprobaciones de bolsas y bicicleta. Me comí un Donuts que daban por allí y me cogí un botellín de agua.
Ví que todo estaba correcto. A las 6:15 nos empezamos a poner el neopreno, un musu a Oihana, me deseó suerte, y hacia la playa.
Unas brazadas en el mar, la meadita quitanervios de rigor y hacia la zona de salida. Estaba listo. Probablemente sea el Triatlón donde menos nervios precarrera he tenido.

Natación.
Se dio el pistoletazo de salida y los primeros salieron esprintando: “¡Jesus! ¡Qué prisas!”, pensé yo. Le dí la mano a Manu, le deseé suerte y me metí al agua. Observé que la gente se abría mucho en el agua, que dejaban bastante espacio (dentro de lo que cabe) entre ellos. Me metí en un hueco y empecé a dar brazadas. Primera boya, tumulto de gente, pocos golpes, giro a la izquierda, un largo de 800 m. y vuelta. Al término de la primera vuelta salí del agua y vi que el cronómetro marcaba 37 minutos. “¡Joder! Vas bien Remen”. “¡Hola Oihana!” (se sorprendió al verme), y a por otra vuelta.
En la boya de los últimos 800 m. tenía una piraña detrás de mí que no hacía más que darme golpes con fuerza. “¡Será cabrón!”. Intenté quitármelo de encima pataleando más fuerte y ¡zas! Se me subió el gemelo del pie derecho. Ahí andaba yo, quejándome e intentando estirar la pierna hacia arriba. Cuando volvió a su sitio, seguí nadando y haciendo la patada con un solo pie. “Espero que no me pase factura más adelante”, pensé.

Transición 1.
Salí del agua en hora y cuarto, “muy bien Remen”. Cogí la bolsa de la bici, otro saludo a Oihana y me fui a la carpa de cambio de ropa situada en la misma playa. 
Mientras me estaba cambiando había triatletas que salían corriendo de la carpa con las zapatillas de la bici puestas. ¡Menudos leñazos que se pegó la gente! Uno de ellos cogió un fuerte golpe en la cabeza y le costó reponerse. Yo había dejado las zapatillas de la bici amarradas en el cuadro de la bici. Cuando llegué a ella me las puse, cogí mi bici y salí trotando hacia la zona de salida.

Ciclismo.
El segmento ciclista me lo tomé con tranquilidad. Hay tramos en los que el asfalto se agarra a las cubiertas y el viento no ayuda nada en hacer una buena media. No hay que desmoralizarse si la velocidad que marca el cuentakilómetros no es elevada. Sabía que la clave para poder disfrutar del IRONMAN estaba en éste segmento: ir un piñón por encima de lo que las piernas te pedían y alimentarse bien. Y comer, y beber, y comer, y beber, y comer, y beber…
Recuerdo la bonita estampa del paso por el parque de Timanfaya: una recta con cientos de Triatletas uno detrás de otro, la carretera picando ligeramente hacia arriba y el viento de cara. Simplemente DURO.
También recuerdo las subidas a los miradores del Río y de Haria, en los que metí el plato de 30. “Qué bien viene ese plato para estas ocasiones…” Txiri-txiri hacia arriba. Eso sí, con bonitas vistas por la costa.
Los últimos 30 km los hice con ligeros calambres en la planta de los pies. Sabía que lo más duro ya había pasado y que el perfil picaba ligeramente hacia abajo. “Aguanta que ya lo tienes dominado”, me dije. Y llegué a Puerto del Carmen, donde ví a muchos triatletas corriendo.

Maratón.
Después de cambiarme de ropa y ponerme la gorra del Athletic (especialmente reservada para la ocasión), comienzo el maratón con buenas sensaciones. Los primeros 5 km los hago a un ritmo cercano a los 5 minutos el km y me digo: “Baja, baja. Baja el ritmo que así no llegas al final”.
No hubo que hacer mucho esfuerzo para bajar el ritmo. Empiezan las primeras dolencias, sobre todo de cuadriceps, y, cómo no, mi inseparable compañero en tirada larga corriendo… el kakalarri. Sobre el km 15 paro en el WC a aligerar peso. “No pasa nada. Contaba con ello”.
Al volver a la carrera no conseguí coger ése ritmo que tan a gusto llevaba. Teníamos avituallamientos cada 2 km aproximadamente. El líquido que daban era en vaso y no me gustó nada. Para beber del vaso tienes que pararte y beber. Te corta el ritmo. Luego me costaba mucho empezar a trotar. Parabas a hidratarte y a la hora de empezar a trotar me decía: “Un paso más andando y luego a trotar” Lo que debía ser un paso se convirtió en uno, y otro, y otro, y otro más…
Afortunadamente los kilómetros iban cayendo y realmente eran de agradecer los ánimos de Oihana, que corría junto a mi, de Naia, simplemente con su presencia, de mi hermano, de mis padres, mis suegros, de Conchi con el megáfono, la gente en general y de Julen Kortabarria del Oñati Triatloi Taldea, que cada vez que nos cruzabamos no paraba de animarme.
Los peores kilómetros fueron entre el 30 y el 36. Más o menos cuando empieza la última vuelta de 12 km aproximadamente. En éstos kilómetros me acordé de todo: de Oihana y Naia, que me estaban esperando en línea de meta para inmortalizar una entrada inolvidable, de mis padres, suegros y hermano, mi hermana desde Austria, de mi cuñado Alber y sus imágenes grabadas en mi memoria del IRONMAN de Niza, de lo mucho que había entrenado durante 5 o 6 meses, el pica que me bebería después…
En el 39 me paré en un avituallamiento por última vez. Cogí agua, coca-cola y otra vez agua, un trozo de plátano y otro de naranja, y comencé a correr. Mire el reloj y me dije: “Ya no bajaré de las 4 horas corriendo pero, por lo menos, sería bonito bajar de las 12 en total. De aquí a meta. En el siguiente y último avituallamiento ni parar.” Dicho y hecho. Cogí mi ritmo de carrera, próximo a 5 min/km, y pasé de largo el último avituallamiento. Vi a Oihana con Naia en un brazo y la vieja ikurriña en la otra. Corrimos juntos hacia la meta y, a falta de poco, nos paramos para bajar a Naia y entrar los tres agarrados de la mano. Lo había conseguido. Mi primer IRONMAN. Tanto entrenamiento y sacrificio y ahora viene la recompensa. Un buen debut en distancia IRONMAN, que firmaría acabar los siguientes con las mismas sensaciones que éste.
En la Maratón hay momentos muy malos y, por momentos, se te quitan las ganas de repetir algo así. Recuerdo que cuando Oihana corría junto a mi le comentaba: “en 20 años no hago otro” o “el siguiente tu, ¿eh?”. Pero no se qué tiene este deporte que fue cruzar la meta y pensar: “y ahora, ¿qué?. ¿A donde iré el año que viene? El año que viene con mi mujer”.

Agradecimientos.
En primer lugar a mi cuñado Alber, porque nos introdujo a Oihana y a mi en este mundillo. Por sus innumerables consejos y ánimos.
A las amamas, aitites y hermanos por ayudarnos a cuidar de Naia.
A los compañeros del Mugarra Triatloi Taldea por sus ánimos y pequeños grandes consejitos. No quiero mencionar a ninguno porque seguro que me dejo a alguien sin mencionar y no se lo merece.
A mi jefe Javi, que a pesar de pasar por momentos malos en el trabajo, me ha dejado coger fiesta los miércoles en el trabajo para preparar el IRONMAN.
A Manu, por ser compañero de aventura, y a Conchi, por sus ánimos a pie de pista.
Ni que decir tiene que mis máximos agradecimientos son para mi mujer, Oihana, que es la que más sabe de todo lo que he entrenado para conseguirlo, que me ha dado libertad total para entrenar, que a cargado más con Naia, me ha dado ánimos en los malos momentos y me ha apoyado desde el principio en esta aventura.
Ahora le toca a ella entrenar para el Triatlón de Larga Distancia de Vitoria el próximo Julio, y espero apoyarle en todo lo que pueda: sus entrenamientos tienen prioridad sobre los míos, me encargaré más de Naia, de las labores de casa y le animaré en los malos momentos anímicos que tenga. El año que viene haremos los dos un IRONMAN. Ella, aunque lo está deseando, todavía no lo tiene claro, pero yo si. No tengo ninguna duda. Empezaremos metiendo distancias largas este año y hacer buena base para el año que viene. Tengo que apoyarle anímicamente cuando ella lo necesite y espero estar a la altura, a su lado, y no desesperarme. Para ser IRONMAN FINISHER merece la pena tanto esfuerzo y sacrificio.

Mención especial.
Quiero hacer mención especial para dos personas que he conocido en esta maravillosa aventura:
1º. Patrick Silva, un triatleta portugués, que ha tenido la valentía de apuntarse a un IRONMAN con tan sólo 4 meses de práctica en el Triatlón. Le agradezco su invitación para hacer algún Triatlón en Portugal y ofrecernos su casa.
2º. José Carlos Ferré, un valenciano con el que he compartido hotel y ha completado su 4º IRONMAN Lanzarote. Se ha cascado la Maratón con su hija enferma en silla de ruedas. Un auténtico ejemplo de esfuerzo y superación. Mi más sincera admiración por él y su familia.

Ánimos.
A toda esa gente que disfruta del Triatlón y está dudando en hacer un IRONMAN, de si será capaz o no de hacerlo, a los que no confíen en sí mismos… QUE SE APUNTEN A UNO. Es demasiado bonito para perdérselo.


Fdo.: Remen

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