Un año más, el Tourmalet se vestía de naranja con miles de aficionados de Euskal Herria que invadían cada cm cuadrado de aquel maravilloso paraje.
Aún quedaba algo de nieve en las cimas, ya que allí la temperatura se mantiene bastante bien, sobre todo a la sombra y más aún cuando cae la noche. El viernes cuando llegamos de noche hacía mucho frío.
Al día siguiente, amaneciamos con un solete que nos permitía disfrutar de aquel paisaje, que aún viendolo cada año, uno no se cansa de verlo, precioso. También con algun bichejo pesado y hambriento que metió los morros en nuestra bolsa de basura.
Después bajamos a Sainte Marie de Campan, donde comienza el ascenso para disfrutar de una bonita y a la vez "sufrida" (esto según el sufrimiento que le ponga cada uno...) ascensión.
Por la tarde bajamos a la Mongie para dar una vueltita. La verdad es que parecía que estabamos todos los vascos allí pués todo el mundo andaba con su camiseta naranja y se oía el euskera por doquier.
A la mañana siguiente volví a bajar a Sainte Marie de Campan para realizar una nueva ascensión del Tourmalet, pero ésta era diferente. Rodeada de gente a favor de la selección de Euskal Herria, inmersa en la marcha organizada por Esait (Euskal selekzioaren aldeko iritzi taldea), poquito a poco se fueron sumando los km hasta arriba, con 4 paradas para que el pelotón se mantuviera unido.
Por la tarde la etapa. Tanto tiempo esperando ese momento que apenas en unos segundos se van.
Empezó a llegar la caravana previa, como todos los años, en la que nos tiran camisetas, llaveros y otro tipo de cosas, desde unos automóviles con diferentes formas. Esta guay.
Y después empezaron a aparecer los helicopteros, señal de que los corredores se acercaban. Se acercan, y en una pasada ya no están. Además este año han pasado en bastante pelotón por lo que se me hizó más cortó aún, pués el año pasado pasaron más a cuenta gotas, algunos momentos más para saborear.
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